¡Rescatemos los buenos modales!

Por años he insistido vanamente en la necesidad de evitar el error de dejar todas las soluciones al Gobierno. Los ciudadanos tenemos una cuota de responsabilidad en esa tarea. Por su naturaleza, muchos de los conflictos y problemas que hacen difícil la vida cotidiana pueden ser resueltos con una mejor actitud ciudadana. El del tránsito, por ejemplo, tal vez uno de los que más nos irritan, tiene en parte su origen en el desprecio a las normas y el desconocimiento de la ley. Aunque el parque vehicular ha crecido al punto de generar congestionamientos que antes nadie se imaginaba, la forma en que conducimos agrava la situación.

Se anda con demasiada prisa, como si el mundo estuviera a punto de terminar y fuera preciso llegar antes que nadie para asegurarse un pasaje seguro al más allá. Resulta, sin embargo, que aquél que nos rebasa en una avenida muy transitada con uno de esos espectaculares “cortes patelitos”, como dicen nuestros jóvenes, tiene que pararse de golpe por la luz de un semáforo o por una simple e interminable hilera de vehículos en la esquina siguiente. Muchos de los accidentes que a diario se producen tienen en este peculiar fenómeno del tránsito dominicano una de sus causas.

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Nueva izquierda y extrema derecha

El surgimiento en América Latina de una nueva izquierda no liberal proveniente de la extrema derecha, y sobre todo corrupta, pudiera estar adueñándose del sentimiento de amplias capas de población dominicana, insatisfechas con los resultados de nuestro experimento democrático.

Las estadísticas son estremecedoras. A despecho del enorme crecimiento anual de la economía, la pobreza se ha incrementado en el país y las expectativas son cada vez más reducidas en los grupos ubicados en los niveles más bajos de la escala social. Los pobres en el país nacen sólo para morir en la pobreza años después. Muy pocos de ellos tienen oportunidad de modificar su estatus y de alcanzar cierto grado de prosperidad, mientras la impunidad que protege los alarmantes grados de corrupción existentes merman la fe en el modelo y en la clase política que lo sustenta.

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Las difíciles relaciones con Haití

A pesar de una serie de acontecimientos violentos ocurridos en la última década, de un lado y otro de la frontera, a lo que se agrega una fuerte campaña internacional de descrédito contra el país, las relaciones actuales con Haití distan de ser las más intensas o las más graves..

En 1963, un delicado incidente diplomático estuvo a punto de conducir a un enfrentamiento bélico, de consecuencias difíciles de calcular. Ocurrió menos de dos días antes del golpe que derrocó la madrugada del 25 de septiembre de ese año al presidente Juan Bosch. Las tensiones entre los dos países venían acentuándose desde mayo de ese año fatídico. Pero la ocupación violenta de la embajada dominicana en Puerto Príncipe por fuerzas policiales haitianas, bajo el pretexto de que allí se daba refugio a un oficial de ese país acusado por el dictador Francois —Papa Doc— Duvalier, del fallido intento de asesinato contra sus hijos mientras se dirigían escoltados hacia el colegio, motivó una airada reacción del presidente Bosch y llevó las relaciones a un punto de congelación en la última semana de septiembre.

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Mi ejercicio como corresponsal

A comienzos de 1973 me tocó cubrir para este diario y la agencia internacional de noticias para los que trabajaba, la inauguración de la hidroeléctrica de Peligre, en el mismo corazón de Haití. De las calles de Puerto Príncipe fueron retirados los Ton Ton Macoutes, para borrar el aspecto de cárcel abierta que en vida de Papa Doc, el padre del entonces presidente Jean Claude Duvalier, ofrecía la capital del vecino estado. Pero el largo recorrido por una estrecha y sinuosa carretera hasta Peligre estaba lleno de esos agentes represivos. Se les veía ataviados con sus chillones uniformes y pañuelos rojos ceñidos al cuello. Muchos de ellos llevaban viejos revólveres o largos machetes al cinto.

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Tolerancia cristiana y fanatismo musulmán

En Europa se publicó hace años una serie de caricaturas satirizadas del papa. En algunas de ellas, el obispo de Roma y jefe espiritual de más de 800 millones de católicos, figuraba en situaciones bastante ridículas, como una en particular que lo mostraba en una playa exhibiendo una exuberante barriga y un pequeño traje de baño. Muchas de esas caricaturas, concebidas tras una visita de Juan Pablo II a España, fueron luego publicadas en el diario La Mañana, de Lérida. Posteriormente, la cadena de televisión MTV difundió la serie titulada “Popetown” (Ciudad del Papa), un conjunto de películas basadas en dibujos animados protagonizada por un papa loco, excéntrico, en la que se mostraba también a un cardenal corrupto y criminal.

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Letanías sobre la comunicación oficial

Pretender que un gobierno pueda hacer bien todo lo hace o que por el contrario sea negativo cuanto realiza me parece irracional. Lo razonable es que tenga aciertos como también muchos errores. El balance sobre el desempeño depende en gran medida del nivel en que se le juzgue, pues el pasivo social es mayor que la capacidad de un país para encarar o superar las enormes desigualdades existentes.

Suele creerse que el problema radica en la comunicación, pero una buena comunicación necesariamente no surge ni se la mide en función de su volumen. Como todo en la vida, la saturación con ella puede tener un efecto contrario al que se persigue. Lo que vale e importa es la calidad, como en cualquiera otra actividad humana.

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La corrupción, el mayor de los problemas

Un periodista extranjero me preguntó muchos años atrás qué se sentía frente al crecimiento de la corrupción y del grado de impunidad existente en el país. Mi respuesta no se hizo esperar: “Una fuerte e hiriente rabia interior con mezcla de impotencia, que la hace más dolorosa todavía”. Las opiniones de organizaciones y líderes de opinión que muestran inconformidad y frustración con los resultados de la lucha contra ese flagelo, me trae frecuentemente a la memoria ese encuentro con un colega europeo.

Recuerdo también que el expresidente Leonel Fernández, cuando recorría el país de un extremo a otro como candidato, dándose a conocer como el joven académico e intelectual que era, estimaba el costo de la corrupción anual en unos 35 mil millones de pesos, suma que en la actualidad pudiera parecer insignificante frente a la magnitud real del problema.

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La realidad que se quiere enterrar

Existen 23 países árabes y 55 musulmanes. Y un solo estado judío. La población musulmana sobrepasa los 2,000 millones y la judía apenas unos 20, casi ocho en Israel, seis en Estados Unidos y el resto en otras naciones. Los musulmanes imponen el Corán a la fuerza y abogan abiertamente por imponer sus leyes en el resto del mundo. Los judíos protegen su fe y no es una religión expansiva ni evangelizadora.

En el estado judío cerca del 20% de la población es de ascendencia árabe, con un partido político con representación en el gobierno, el Parlamento, el comercio y en todas las actividades de la vida del país. En ninguna nación predominante islámica un judío ocupa posición en las esferas de poder.

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