El diario de las guerrillas del 1963

Cuando el historiador y catedrático universitario Emilio Cordero Michel fue apresado a finales de noviembre de 1963, poco antes de que el líder del Catorce de Junio, Manolo Tavárez Justo, fuera muerto por tropas del ejército, llevaba consigo el diario del frente principal de las guerrillas,que operaba en Las Manaclas.

En ese diario, Cordero Michel, quien fungía como comisario político del frente, relataba las diferencias que existían entre Tavárez Justo y él y otros comandantes del alzamiento, por el método escogido para la sublevación y la forma en que se desenvolvía la lucha. Cordero Michel creía que la rebelión tendría más éxito en zonas urbanas y no en las cordilleras, donde no existían posibilidades de triunfo y supervivencia.

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A pesar de la incertidumbre

Los años electores han sido a lo largo de nuestra vida democrática periodos de incertidumbre. Y los han sido también los pre electorales. Las perspectivas palidecen y la gente se deja atrapar por las sombras de sus propios temores. La razón radica en las ilusiones que se forjan en cada proceso, por la enorme influencia estatal en la vida ciudadana.

La visión miope del equipaje que trae consigo el año electoral no deja ver con claridad, sin embargo, su verdadero valor. El hecho de que los dominicanos podamos ejercer el voto cada cierto tiempo para decidir quién gobernará a la nación y quienes irán al Congreso y a los gobiernos municipales no tiene precio. Independientemente de los resultados y de los vicios propios de nuestras deficiencias democráticas los años electorales constituyen un importante paso adelante, a despecho de las prácticas viciosas y clientelares características del quehacer político nacional.

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El abandono de los cementerios

Los cementerios públicos del país, tal vez con muy pocas excepciones, se encuentran en total abandono, inequívoca y evidente señal del absoluto e irritante desprecio de las autoridades municipales por los asuntos más solemnes. Eso explica el auge que en la última década han tenido los cementerios privados.

La situación no se limita a los llamados campos santos, sino a la mayoría de los monumentos, incluidos aquellos relacionados con hechos de relevancia histórica. Ni la bandera nacional queda a salvo, como se observa en la negligencia que supone el uso de dos colores azules en sus cuadrantes, como es fácil observar en las oficinas públicas, sin excluir el propio Palacio Nacional, el Congreso y la Suprema Corte, que en una oportunidad emitió un valiosísimo folleto sobre la enseña patria y la manera en que esta debe ser respetuosamente tratada.

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Una capital cada vez más difícil

La capital dominicana es inhóspita y agresiva, por lo que no ofrece a sus residentes muchos lugares seguros de esparcimiento. Los sitios públicos de entretenimiento y diversión son escasos e inseguros.

Son muy pocos los espacios donde las familias puedan disfrutar de una tarde de ocio los fines de semana o ir a acampar para un picnic, tenderse en la hierba, en un área verde, la mayor parte de las cuales han sido cerradas con verjas para limitar el acceso de personas, algo insólito y aberrante.

Los problemas comunes de una ciudad grande como Santo Domingo se resuelven entre nosotros con la más absoluta falta de originalidad, cerrando el paso, trátese de gente como de vehículos.

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Insistiendo sobre un tema fundamental

Por décadas se ha discutido, sin llegar a conclusiones, sobre el ambiente en que debe operar un sistema eficaz de libre comercio. En mi particular opinión, los problemas de la libre empresa no se derivan exclusivamente de la injerencia estatal, por mucho que ésta haya entorpecido en el transcurso de los años su desarrollo y crecimiento.

Los defectos de nuestro muy peculiar régimen de libre mercado se deben también, y en gran medida, al propio sector privado. Responden a los predominios de grupos, a los oligopolios y castas empresariales que han explotado hasta la saciedad el paternalismo estatal, invocando para su provecho la intervención del Gobierno en la economía, a sabiendas de que los privilegios trabajan en contra del sistema y de las oportunidades de los demás.

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El poder discrecional de la burocracia

Desde el triunfo de la revolución bolchevique , la experiencia demuestra que las economías centralizadas o cualquiera de sus hijastros generan estrechez y pobreza; constriñen el desarrollo y degeneran en el planeamiento de la vida ciudadana. Ha ocurrido también en Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Nicaragua y otros países.

También es cierto que una economía de mercado sin restricciones impide la justicia social. De manera que requerimos de un modelo intermedio para garantizar el principio de la distribución del poder y propiciar oportunidades más equitativas dentro de un sistema de libre concurrencia.

La pronunciada presencia del Gobierno en la actividad económica genera una peligrosa asociación de funcionarios y empresarios corruptos con los resultados que todos aquí conocemos.

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La monotonía de un discurso vacío

He dicho por años que cuando desde el ámbito oficial se acusa al sector privado de pretender quedarse con todo el sector eléctrico a precio de “vaca muerta”, lo que ya hizo el Gobierno, se incurre en un penoso error de valoración. En efecto, una vaca muerta, vendida en libras, vale mucho más que el mismo animal comprado vivo.

Los funcionarios eléctricos son típicos ejemplos de la cada vez más fuerte tendencia oficial a pelearse con todo el mundo, lo que en gran medida explica los pronunciados descensos de su popularidad a un nivel desde el cual se espera comience a brotar el petróleo.

El Gobierno no puede aspirar a solucionar la crisis de energía eléctrica sólo por sí mismo. Y en riña permanente con las empresas privadas vinculadas al negocio, como tantas veces se ha visto, la tarea le podría resultar más ingrata todavía. Todo el complejo y costoso andamiaje de publicidad que la corporación eléctrica ha sostenido para crear la ilusión de avance en la solución del problema, choca con la realidad brutal de los apagones, el déficit del sector y las enormes deudas contraídas con los generadores, a despecho de las enormes sumas entregadas a la corporación, sin resultado alguno.

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El camino del descrédito

Algunas encuestas muestran altos niveles de decepción con los partidos y su dirigencia. Y reflejen o no la realidad, la percepción sobre un creciente descrédito de la clase política es preocupante. Las expresiones de rechazo que se observan en el diario quehacer nacional, robustecen esa impresión. Pero no estará lejano el día en que ocurra igual con la clase empresarial, si no se democratizan las organizaciones que la representan.

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